“ANTORCHA HA HECHO MUCHO POR NOSOTROS”, A MÁS DIEZ AÑOS DE ANTORCHA EN EL ESTADO.
La
Paz BCS.- Venir a la capital y caminar por el malecón; ver los atractivos
turísticos y comer en los restaurantes de lujo, es perderse de la realidad que
impera entre los paceños, muchos de los cuales han ganado dicho título después
de haber habitado la entidad por mas de 30 años.
El
éxodo de pueblos indígenas que buscan vender su fuerza de trabajo en los campos
agrícolas, ha hecho a esta ciudad; Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Sonora, Sinaloa,
sus costumbres, sus acentos, se pueden apreciar en las calles por los ojos europeos,
latinoamericanos y demás que llegan hasta aquí para disfrutar de un momento de
paz, en una zona cuyo relieve invita a relajarse y dejarse mimar por el ocio,
así se siente La Paz.
Pero
si se es mas observador, a pesar de la aparente calma, uno puede divisar
rostros que buscan agarrar aire, como si algo les apretase el cuello, como si
algo los asfixiase, gente que trabaja en un centro comercial, o en hoteles u
ofreciendo servicio de atención, laboran horas sin poder siquiera sentarse, ni
quiera tomar un respiro, esos son los que más transitan por las calles del
pequeño centro de la ciudad.
Más
adentro, allá en las colonias de la periferia, el sol, el polvo, la falta de
servicios básicos, de alimentación adecuada, en fin, el resultado de una
completa marginación, ha mancillado las anatomías de los trabajadores
campesinos que desde muy temprana edad comienzan a laborar extenuantes horas
bajo los intensos rayos del sol, que mantienen sus espaldas curvas durante
tiempos prolongados para recoger lo que la
entraña de la tierra ofrece, a cambio de su ardua labor.
Sus
comunidades son un espectro, verdaderas catástrofes en un estado que tiene uno
de los suelos más productivos, además de que es un hermoso atractivo turístico;
el tiempo pareció concederle un perpetuo
reino a la pobreza, que sin pena cabalga dejando a su andar, las marcas más
hondas entre la población, sin importar su procedencia, edad, sexo o creencias.
A
estas comunidades llegaron los activistas del Movimiento Antorchista hace más
de diez años, en una de las tantas colonias que han ayudado a mejorar, la
colonia Arroyo el Calandrio, que se encuentra en los márgenes del arroyo La
Huerta, se había mantenido durante más de 20 años en las tinieblas, sin agua,
sin drenaje y sin recibir apoyos sociales, relató Rosalino Hernández, uno de
los primeros fundadores del trabajo antorchista en la región, él explicó que
una de las tantas dificultades que tuvieron que librar al lado del pueblo pobre
fue “el salmo burocrático que tanto rezan los funcionarios: “es que es zona
irregular”.
La sola
frase bastó para condenar ala gente de El Calandrio (como mejor se le conoce),
a vivir en las condiciones más inhumanas por dos décadas, relató Rosalino, el
cual libró con las familias del lugar,
una tenaz lucha dijo, para que las autoridades introdujeran los
servicios básicos y regularizaran la tierra.
Estando
cerca de un arroyo, las cosas no san tan fácil, “las autoridades siempre fingen
preocupación por que las personas habitan zonas de alto riesgo, pero no hacen
nada por evitarlo, no crean programas de vivienda accesibles, y no ofrecen
alternativas a las familias ya asentadas, con la mano en la cintura les invitan
a salir, así como si fuesen trapos viejos”, señaló el dirigente.
Apolonia
Salmorán, natural de Oaxaca, llegó desde joven a trabajar a los campos de Baja
California Sur, ahí conoció a su pareja, y decidió asentarse y formar una
familia, “llegamos a al Calandrio a vivir, al principio pagamos creyendo que
era una buena oferta, pero eso se vino abajo cuando pasaron los años y nada de
servicios, fuimos con los gobiernos, y nos decían que como era irregular, no
podíamos recibir agua o luz”, contó la habitante.
El
primer contacto con los antorchistas, sigue siendo memorable por lo chusco de
una frase que la incredulidad pareó, ya que como cuenta doña Apolonia, el
primer antorchista que llegó los llamo a organizarse, que con antorcha si se
podía, “yo le dije: hay señor, como cree que con usted nos van a ser caso, si
nosotros hemos ido y siempre nos para atrás”, cuenta risueña, “ya ahorita es
diferente, si funciona, antorcha ha hecho mucho en esta colonia”, dijo con un
semblante más serio, con cierta sombra de grandeza.
Muchas
fueron las dificultades, y las experiencias resultan a veces divertidas,
“vinieron aquí los del municipio, trajeron los postes y nos dijeron que ya
estaba, que iban a instalar la luz, que solo debíamos votar por su candidato,
pero perdió, y a los pocos días nos dimos cuenta que venían por los postes de
luz, le llamamos al activista, y decimos hacer guardia en los postes, ahí nos
la pasamos sentadas por dos días, nos turnábamos, para que no se los llevaran,
al final tuvieron que poner la luz”, apuntó con cierto aire de altanería, de la
buena, la cual sólo puede venir de aquellos que nada tienen que perder, y mucho
que ganar.
Agua,
luz, drenaje, regularización, apoyos sociales, todo ello logró el antorchismo
en tan sólo diez años, que ya es menos que veinte que llevaban sin ser
atendidos, “hemos elevado la calidad de vida de cientos de familias, y todavía
falta por hacer más”, manifiesta Rosalino Hernández.
La
lucha no se h detenido en el Calandrio, todavía hay lotes pendientes por
regularizar, calles por pavimentar, y zonas para el esparcimiento familiar que
construir, corta lista ahora, pero que tardó en hacerse menos 30 años, en los
cuales una década de antorchismo, realmente hizo mucho.
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